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La vida entre manglares

Cerca de 20 segundos tardó Ever Ledesma en sacar la primera piangua del día. Es la práctica. Hay que aguzar la mirada para saber dónde encontrar el tesoro enterrado entre los manglares de Tumaco. “Es mi forma de vida”, dice.

Momentos después piensa en Dios mientras está rodeado de mangles, los cuales llegan a medir hasta 30 metros de altura. Toda su vida ha estado en aquella vegetación, que para un foráneo podría convertirse en un laberinto que lo engulliría en pocas horas.

La vida entre los manglares | Historias | Descubre WWF

Los manglares, que este 26 de julio conmemoran su día, son la única forma de vida que conoce Ledesma, la manera en la que alimenta a su familia y el modo en el que respeta sus tradiciones. Aunque si pudiera elegir, posiblemente se dedicaría a otra cosa. “Somos familias humildes, pobres, en condiciones de vida complicadas”, reconoce.

Luego de reanudar su relato tras un pequeño intervalo de silencio, añade que el manglar es la universidad de los pobres y que aprendieron sobre la vida mientras sacaban las pianguas.

Las botas azules que usa para entrar en el barro se camuflan a la perfección con su entorno. Ledesma se mueve de manera natural, sin tropiezos, sabiendo en qué lugar encuentra su tesoro. Parte de su familia lo acompaña, por lo que dice que su hogar se encuentra también entre la espesa selva tumaqueña.

-Ayer me fui a pianguar dentro de un estero, por Dios, y cuando llegué allá me picó el ‘pejesapo’, ay Dios- canta mientras continúa con su labor.

El canto acompaña todas las actividades de los habitantes del Pacífico, por eso responde al coro Verónica Estacio, una mujer joven mujer tumaqueña que trabaja hace cinco años con Ledesma. Él la inspiró a que sembraran manglares, los cuidaran y protegieran, aunque desde pequeña fue su madre quien la llevó a pianguar.

Ambos concuerdan en que los piangueros, además de ser protagonistas de los territorios del Pacífico, son actores sociales con una gran influencia en la construcción de paz. En Tumaco, desde enero hasta abril del presente año, se presentaron más de 30 homicidios, según cifras de la Policía. Además, entre 2020 a 2022, se registraron ocho masacres.

Según el analista en seguridad, William Moreno, la violencia es un fenómeno que debido a las circunstancias sociales, ha tendido a ir en aumento por la escasez de oferta laboral en una ciudad.

“Como negros del Pacífico es importante rescatar nuestros principios étnicos, mangláricos, para que nuestras familias puedan seguir subsistiendo. Si no sabemos vivir en paz con nuestro ecosistema, no podemos vivir en paz entre nosotros”, comenta Ledesma.

Por su parte, Estacio dice que para ellos los manglares representan su vida entera. “Aquí crecimos y vivimos. Vamos a diario. Es lo único que tenemos en Tumaco para sobrevivir”.

Aunque también comprenden la importancia que tiene un manglar. Estos, mediante sus raíces, ayudan a formar suelo y también reducir la velocidad de los flujos de agua, según Ledesma. Además, es la barrera de protección frente a las tormentas, dado que es un muro natural.

Mediante la asociación Asofuturo, y el liderazgo social y cultural de Ever Ledesma, se ha consolidado un colectivo que cuenta con 380 jóvenes y 412 mujeres. Estas personas han encontrado ahí un proyecto de vida sostenible que, además, ha representado para muchos un refugio ante las violentas realidades del Pacífico sur, una oportunidad para aislarse de problemáticas que a veces parecieran ser la única alternativa para subsistir y una familia donde se siembra esperanza.

“Cosecharemos paz y viviremos en paz. Vivimos en medio de una guerra desde hace muchos años, pero es algo que nosotros no sembramos. Se sembró por no tener igualdad en condiciones étnicas para un mejor país. Mediante lo que hacemos le decimos a Colombia que es así como desde nuestro territorio construimos y conservamos un ecosistema de paz, amor y tranquilidad”, expresa Ledesma.

Una de las grandes ventanas para reconocer estos procesos culturales que se siguen gestando y fortaleciendo en el litoral es el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, el puente entre el Pacífico y el mundo, el espacio de reivindicación que pone como protagonistas a las prácticas culturales que representan  la vida misma para estas comunidades.

La música, la oralidad, la cocina tradicional, la medicina ancestral, el viche, sus bebidas autóctonas y todas sus prácticas culturales son la manera en la que edifican a la sociedad mediante este festival, luchan contra el racismo y exponen sus raíces, lo que son, lo que representan y sus maneras de vivir. “Es así que expresamos nuestros amores, temores, lo que queremos, el cambio para el país, nuestras comunidades y regiones”, añade.

Es por esto que las comunidades ven al Festival Petronio Álvarez (se hará del 16 al 21 de agosto), que se hace anualmente en Cali, como una casa grande en la que se encuentran todas las manifestaciones culturales del Pacífico. “Es una puerta a la paz étnica territorial que queremos. A través de la música, de nuestros cantos y nuestros ritmos, le estamos diciendo a Colombia y al mundo entero que así es que se debe hacer la paz”, destaca.

Al final del día, Ledesma regresa a su casa y agradece tener piangua. No importa las veces que la coma. Para él se traduce en una bendición, dice. “Solo buscamos que las personas sepan valorar lo que son los manglares y saber lo importantes que son para las comunidades. Son nuestra vida. Aquí nacemos, vivimos y morimos”, concluye.

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